viernes, 1 de octubre de 2010

La Mediación y el Mediador

       Las personas cuando se ven involucradas en algún conflicto generalmente se resisten y lamentan tener que recurrir a los tribunales tradicionales, en virtud del alto costo que les representa, tanto en tiempo como en dinero.
       De ahí que los procedimientos alternos para solucionarlos, entre ellos la mediación, han ido teniendo cada vez mayor éxito en el mundo, y cada día se utilizan más en nuestro país, tanto la mediación que se imparte de manera pública, como aquella que se practica de manera privada.
       Sabemos que la Mediación es un proceso voluntario, ágil, confidencial, de bajo costo, cuando no gratuito, si lo imparte un centro público, por medio del cual se encuentra una solución rápida y duradera a los conflictos.
       La Mediación, es considerada una forma alterna para solucionar las controversias, y es llamada así por practicarse, ya sea en sustitución o en forma complementaria, de los procedimientos que las leyes comunes han diseñado.
       En ejercicio de su autodeterminación, en la mediación, el ciudadano reasume el rol protagónico, para encontrar por él mismo, en forma colaborativa, la solución que más le favorezca; es una actitud de decidir y tomar responsabilidades.
       Protagonista, también, de primera importancia en todo proceso de mediación lo es el Mediador.
      El Mediador es un profesional de la mediación que, como tal,  para poder realizar su trabajo de una manera eficiente, requiere reunir cierto perfil.
      Pero, primero, ¿Cual es el papel del mediador?
      El mediador es el personaje que facilita la comunicación entre las partes, con el propósito de construir acuerdos duraderos y viables de ser cumplidos; para ello debe estar investido de una serie de atributos personales, derivados tanto de su carácter o personalidad, como de su formación profesional, esto es de sus habilidades o destrezas, innatas o adquiridas, para poder asumir un papel  neutral e imparcial, que capte la confianza de las partes en conflicto.       
       Por tanto, el Mediador no solo debe tener entrenamiento técnico, sino que debe saber armonizar las emociones encontradas; debe contar con una gran capacidad de escucha y empatía y una notable confianza en sí mismo y sus habilidades, para crear en las partes la credibilidad que se requiere.
       Algunos de los atributos del mediador, asociados a su persona, son: su estilo personal para abordar el conflicto, su carácter, el manejo de las relaciones sociales, el uso de las emociones; el tacto, la diplomacia, la consideración, el arte de saber escuchar, de hablar, el poder de persuasión y el sentido del humor.
      El mediador debe tener la capacidad de darse cuenta, inmediatamente, del estado emocional de las partes, de poder manejar esas emociones para ir despejando el conflicto de la gran carga que estas representan y que muchas veces les impide razonar y con frecuencia olvidar, la verdadera causa de su problema, lo que deriva en discusiones sin sentido y sin destino.
      Algunas emociones que pueden surgir durante el proceso de la mediación, de las que debe estar pendiente el mediador, para que no se desborden serían: el odio, el disgusto, el enojo, el desprecio, la hostilidad, la culpabilidad, la turbación o la sorpresa.
      Otro atributo es aquel que consiste en la capacidad de transmitir la sensación de que se preocupa por el asunto ajeno, lo que hacer crecer la empatía y la confianza en el mediador; habilidad que va de la mano de la de poder percibir y descifrar el lenguaje corporal o algunas señales como cambios en el tono de la voz, cambios en la mirada, guiños y gesticulaciones.
      Entre los atributos derivados de la preparación y la capacitación del mediador, debemos encontrar el entrenamiento y la práctica reflexiva, así como una formación interdisciplinaria, para así poder tener un enfoque variado del conflicto.
       El mediador no solo es el abogado que se preocupa por la legalidad del proceso y sus implicaciones en la esfera jurídica de cada una de las partes, velando por que sus derechos no sean vulnerados, sino que también es el sociólogo que sabe leer las relaciones que se encuentran involucradas; es el psicólogo que comprende las emociones que entran en juego, y es el sacerdote que escucha, perdona y ayuda a que sanen las heridas que se han causado. 
       El buen mediador es aquel que actúa con imparcialidad y neutralidad, esto es, que no debe favorecer a ninguno de los adversarios, ni sugerir las opciones de solución que pueda presentar el conflicto; no debe asumir un rol de asesor de ninguna especie, ya que ello pudiera implicar la percepción de favorecer a alguno de los adversarios, con la consecuente pérdida de la confiabilidad que debe prevalecer.
      Como hemos expuesto de una manera somera, el mediador debe ser una persona investida de una serie de cualidades, algunas innatas, otras adquiridas, que le permitirán, de manera efectiva, conducir el diálogo entre las partes, para que estas puedan encontrar la solución que más les favorezca, con el beneficio colateral de restañar las heridas que el conflicto ocasionó y propiciar de esta manera la convivencia armónica.
         La figura del mediador se encuentra estrechamente identificada con  la de aquella persona que razona, que ama la paz y la justicia, que dialoga, que es simpática, pero también empática, que es poseedora de un sentido común notable y racional, que la faculta a participar en los conflictos ajenos, sobre los que ejerce una influencia determinante, perfil que no encuadra  con cualquier persona de la comunidad, sino que se vincula con posiciones de autoridad natural y reconocimiento social, es decir, de prestigio.
        El Mediador es una persona de influencia y de prestigio en su comunidad.

     Joaqu{in Arnulfo Roché Cisneros

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